Si hoy en día hablamos de publicidad intrusiva creo que la mayoría pensaremos en ventanas emergentes y otras molestas estrategias de pubicistas poco conocedores de internet que, dificultando nuestra navegación, suelen conseguir un efecto contrario al buscado. Afortunadamente parece que esta técnica se encuentra en retroceso debido tanto a la proliferación de herramientas destinadas a evitarla como al cada vez más extendido conocimiento de su efecto contraproducente.
Pero hay más tipos de publicidad intrusiva. Y a mi una que me molesta mucho es la que se realiza por teléfono. Para empezar tienen una especial predilección por llamar a la hora de comer. Claro, así es más fácil encontrarte en casa. Pero maldita la gracia que me hace levantarme de la mesa para atender una llamada y encontrarme con una voz desconocida que con absoluto descaro empieza a hablar ininterrumpidamente sobre algo que no me interesa en absoluto. Y muchas veces preguntando por información que, desde luego, no les pienso dar, y menos por teléfono. Y la comida mientras tanto enfriándose en la mesa.
Bueno, esto último no, porque por ahí no paso. Yo también he aprendido a, en esos casos, hablar ininterrumpidamente indicando que no me interesa nada de lo que quieran contarme y despidiéndome, para acto seguido colgar mientras una vocecilla inasequible al desaliento sigue oyéndose hasta el momento en que la llamada se corta.
Ah, y si llego a enterarme de qué compañía es la que llama (la mayoría suelen ser de telefonía, no sé por qué), desde luego que el efecto en mí será muy contrario al deseado. Salvo que lo que desearan es que no haga negocios con ellos jamás.
A ver si tenemos suerte y esta información termina llegando a quien corresponda y sucede como con las malditas ventanas emergentes.
Pero hay más tipos de publicidad intrusiva. Y a mi una que me molesta mucho es la que se realiza por teléfono. Para empezar tienen una especial predilección por llamar a la hora de comer. Claro, así es más fácil encontrarte en casa. Pero maldita la gracia que me hace levantarme de la mesa para atender una llamada y encontrarme con una voz desconocida que con absoluto descaro empieza a hablar ininterrumpidamente sobre algo que no me interesa en absoluto. Y muchas veces preguntando por información que, desde luego, no les pienso dar, y menos por teléfono. Y la comida mientras tanto enfriándose en la mesa.
Bueno, esto último no, porque por ahí no paso. Yo también he aprendido a, en esos casos, hablar ininterrumpidamente indicando que no me interesa nada de lo que quieran contarme y despidiéndome, para acto seguido colgar mientras una vocecilla inasequible al desaliento sigue oyéndose hasta el momento en que la llamada se corta.
Ah, y si llego a enterarme de qué compañía es la que llama (la mayoría suelen ser de telefonía, no sé por qué), desde luego que el efecto en mí será muy contrario al deseado. Salvo que lo que desearan es que no haga negocios con ellos jamás.
A ver si tenemos suerte y esta información termina llegando a quien corresponda y sucede como con las malditas ventanas emergentes.
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